viernes, 14 de marzo de 2008

GREY'S ANATOMY: BISTURÍ, DRAMAS Y BUENA MÚSICA.


Nunca me tincaron las series de médicos. Mi primera aproximación al género fue ER transmitido por Megavisión a mediados de los noventa. Líos y enfermos no eran, en ese tiempo, de mi interés. Y menos con esas voces poco creíbles, que hacían de George Clooney un Pancho Reyes gringo.

Cuando Sony se convirtió en el canal que marcaba tendencia, yo iba en segundo medio y pasar tardes viéndolo significaba ejercitar todo tipo de pasiones adolescentes y frivolidades. Porque el modo gringo de representar la período teen hacía que tus dramas tomaran aires épicos. Sólo les recuerdo Dawson's Creek.

Pero de médicos, ninguna serie llamaba mi atención. Scrubs era (y sigue siendo) la versión teenagers de los hombrecitos con batas blancas, pero nunca logré entender la lógica de esa serie. Van en su séptima temporada, tienen a un séquito de tevitos, y yo no me vendo a American Pie versión Hospital.

Pero el destino quizo que me fijara en una serie en particular.

Tres veranos atrás me vi prisionero del calor de Iquique. Pasé cuatro semanas visitando a mis viejos, los que, misericordialmente, dejaron una TV con cable en mi celda para que yo capeara las tardes de siesta nortina. Y me dediqué a profundizar en mi búsqueda de nuevas series-adicciones. Todos tenían una, menos yo. Creo que fue un martes cuando escuché por primera vez la cortina musical de Grey's Anatomy (GA). Y sirvió de melodía engatuzadora. Como un encantador de serpientes, el comienzo de GA atrapó mi atención.

Hoy Sony transmite la cuarta temporada, la que intento seguir al pie de la letra. Pero tengo una gran deuda con Grey y sus amigos internos: mi seguimiento ha sido más bien intermitente y confieso mi lejanía por algún tiempo. Algo que Sony repara gratamente: la mayoría de las veces que lo sintonizo, agarro un capítulo antiguo. Y ahí me quedo pegado, aun cuando esté en español y no esté muy al tanto de los rollos y amorios. Porque hay algo más que capta mi antención.

Su música. Leí por ahí que cada capítulo tiene el nombre de una canción. Además, una de las productoras se encarga de elegir las canciones perfectas para cada uno de los instantes musicalizados. Bucea por la red y la iTunes Store buscando los grupos que mueven la ola indie, o bien, los más consagrados que sin perder la originalidad, suenan como cualquier canción megaexitosa. Tan compleja es la lógica musical de GA que casi nunca se repiten las canciones en un temporada. Entonces, imagínense, cuántas canciones. Con mi entusiasmo por saber quiénes musicalizaban Grey's Anatomy, hace pocas semanas pillé un archivo torrent con todas las canciones de la tercera temporada. Todavía escucho lo que trajo consigo dicho cofre... hay grandes canciones... ahora, no suenan igual... mejor dicho, no provocan como sí lo hacen en la serie.

Será tarea de ustedes investigar el extenso soundtrack de la serie que convirtió la sala de operaciones en un escenario de tragedia griega, donde las decisiones humanas resuenan en el universo moral. Puedo decir que Grey's Anatomy convirtió la vida de un hospital cualquiera en la fuente de historias apasionantes, desgarradoras, superficialmente íntimas. GA tomó la humanidad con todas sus aristas, la vistió con batas blancas y le dio un bisturí. Ah! Y la hizo acompañar por buenas canciones. Los dejo con una pincelada, un buen ejemplo.


jueves, 13 de marzo de 2008

DE VUELTA AL BARRIO (CALLAMPA)


Pasé todo el verano pensando en qué ocupar mi tiempo libre desde marzo del 2008. El año lo dedicaré a mi tesis de grado, una que otra responsabilidad y, parece, gastar lo que quede de tiempo en cosas que un universitario de tiempo completo no puede hacer. Yo dejé esa condición por la de universitario en pausa. Así que consideré varias opciones. Algunas bastante aceptables; otras que estaban fuera del presupuesto o del mínimo talento. En fin, todas excusas. Sabía que debía volver al ejercicio de escribir, ojalá diariamente.

Recuerdo que antes del boom de los blogs, a mediados del 2005, comencé a contar cosas mías, historias y noticias en un espacio mucho más rústico. Luego, la codicia me ganó y quise convertirlo en algo más elaborado, que significó varias madrugadas escribiendo, editando y diagramando. Llegué a un punto donde tenía un respetable número de lectores, unos muy fieles, que seguían mis crónicas porque pensaban que podían conocer cosas que en persona no contaba fácilmente.

Pero algo pasó. La sensación fue la misma que te da cuando escuchas muchas veces esa canción que te gusta tanto. Hastío. Mi blog, que pasó a llamarse Valpolis, se había convertido en la octava cucharada de manjar, que no te alimenta y satisface, sino que te hostiga. Guácala.

Valpolis había dejado de ser ese par de zapatillas únicas y que nadie, en 200 kilómetros a la redonda, se atreve a ocupar. Podías pillarlas en todas las liquidaciones, incluso, habían copias y que, sin escrúpulos, algunos ocupaban. ¿Quién, en el 2006-07, no tenía un blog?

De la explosión blogiana salieron cosas bastante buenas, pero la mayoría eran callampas que ensuciaban el campo. Y no me quejo con la democrática proliferación de espacios personales, de hecho, soy hijo de esa democracia. Pero cuando hay tanto champiñón por comer, te aburres al segundo y buscas otra cosa. Te cambias de sitio y gastas tus web-segundos en otras cosas, más llamativas.

Pero, gracias a Dios, la tecnología se desecha y reinventa a sí misma, y con los meses surgieron MySpace, Youtube, Flickr (qué nombre tan raro) y el todopoderoso de hoy, Facebook.Los blogs dejaron de estar en la portada de la innovación y no eran apetecidos por todos. Si querías volver a ocuparlos, no te tildarían de snob, sino más bien de nostálgico.

Prefiero la nostalgia antes que la moda del día a día. Y aquí estoy, intentando reflotar este buque bien hundido, que sufrió de abandono los dos últimos años. El público, mis amigos y conocidos ya no gastaban sus preciados web-segundos navegando por este callejón sin salida. Pero prefiero reencantarlos desde cero, volviendo al origen, contando y jugando con las palabras.

Entonces, demos comienzo al ejercicio. Yo escribo. Ustedes leen, comentan, critican, odian, bostezan o sonrien. (Ojalá hayan "ustedes" al otro de mi pantalla). No les pido más, soy yo el que se somete a su apetito. Que tengan buen provecho. Vp.

Soundlines: Love will come through - Travis (Singles)




PD: hay algunas innovaciones en el espacio. Primero, cambiamos el envoltorio: algo más sobrio, y que tiene por protagonistas a las crónicas. Éstas, la mayoría de las veces, irán acompañadas por lo que ya es una tradición: el "soundlines" neologismo que intenta decir: esta es la canción ideal que acompaña a estas líneas. Ahora, podrás escuchar esa canción, que más bien es un vídeo, mientras lees. Dulce compañía, ¿no?
 
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