miércoles, 19 de marzo de 2008

UN MARTES CUALQUIERA, UN DÍA ESPECIAL


Es miércoles y escribiré sobre cosas que pasaron ayer. Quizá ya no sean noticia, pues han perdido su cuota de novedad y no son de interés general. Son, más bien, detalles, pies de página, comentarios muy al margen de la historia que se escribe día a día. Tan insignificantes son que, prefiero advertirles y si tienen cosas importantes, o bien urgentes, que hacer, por favor, dedíquense a ellas.

Lo primero, y a modo de confesión, es que a los 23 años decubrí lo que puede significar una buena "pichanga". Y no me refiero a la que se come, sino en la que se juega y se transpira. Hablo de la versión doméstica del deporte más popular del mundo, el fútbol. No intentaré justificar mi eterno alejamiento de las canchas ni profundizar en la superficialidad de este deporte. La cuestión es mucho más sencilla: no me gusta correr detrás de una pelota, y en casi todas sus versiones.

Pero lo de ayer fue especial. Significó, desde un comienzo, un desafío mayor contra la adultez, el recato y la nostalgia. Eramos cinco inexperimentados contra seis alumnos de primer año. Ellos, recién salidos del colegio, mucho más ágiles, se mostraron desde el comienzo del partido bastantes seguros de sí mismos. En cambio, en la otra esquina se encontraban viejos cracks de la Universidad. Un puñado de alumnos egresados sin tanto trainning deportivo y con más kilometraje en lo que de lectura, de viajes y de buena vida respecta. Entre esos adultos me encontraba yo.

Cuando pones todas esas cosas en la balanza y buscar luchar contra la inercia de la edad, una simple pichanga se transforma en un duelo, en un reto al destino. Tu oponente no es el equipo que defiende el arco contrario. Son tu cuerpo y tus (malos) hábitos. Es, en definitiva, esa comodidad engañadora que te presiona y no te deja ir más allá.

Pero, los viejos cracks rompimos la inercia, y después de un esfuerzo físico sobrehumano, ganamos limpiamente y fuimos más allá de la mitad de la cancha. Ahora, el cuerpo pasó su revancha y a diferencia de los de primer año, que tenían pilas para todo un campeonato, nosotros nos retiramos una vez conseguido el punto que quebró el empate. Para qué tanta codicia.

Eso en lo local. Ahora vámonos a lo internacional. Cuando llegué a casa, revisé el blog del que les hablé la vez pasada, y lo que leí me dejó "pa' dentro". Había muerto Anthony Minghella, a los 54 años. Una hemorragia cerebral detuvo la vida de este realizador inglés que logró darle al cine una mirada especial, conmovedora, melancólicamente onírica, cruda. Son muchos los adjetivos que puedes utilizar al hablar de sus películas (El Paciente Inglés, El talentoso Mr. Ripley, El jardinero Fiel, Cold Mountain, Breaking and Entering). Esta última, protagonizada por Jude Law y Juliette Binoche, pasó casi desapercibida. La crítica internacional no puso mucha atención a, quizá, su film más deslavado y gris. Yo me atrevo a decir que mucho tenía de experimento, buscando incluso convertirse en su manifiesto (la ciudad, la crisis en la pareja, los inmigrantes, los amantes, la paternidad y el perdón). Su Poética fílmica.


Minghella murió teniendo varios proyectos en ejecución. Trabajaba en la versión neoyorkina de "Paris, je't aime", como otro de sus experimentos fílmicos. Que más puedo decir, una lástima perder a tal realizador, que se atrevió a romper la inercia del ojo fílmico, a jugar "pichanga". Vp.

Soundline: Stop this Train - John Mayer (Continuum)

3 comentarios:

_Pancho_ dijo...

Revivió!! no estaba muerto, andaba de parranda!
MESES esperando este momento. Por fin hay entretención de calidad a la hora de almuerzo.
Propongo una sección: ¿Qué fue de...?
el primer tema: ¿Qué fue de Lost-in-usa? Aun sigo fiel esperando actualizaciones...

En fin. Creo que me está contagiando la blogstalgia (blog-nostalgia... se entiende?) Así que probablemente Mi rincón humanista se actualice.

Haz sido añadido a mis feeds. Llevaré estadísticas de tus post así que preocupate!

Gabriel dijo...

Doy fe de la poca capacidad aeróbica de avanzados estudiantes de Humanidades. Pero para qué tanta codicia, resulta lógico, el romper un agudo empate puede ser aún más placentero que el recorrer kilómetros de un campeonato que podríamos correr el riesgo de ser un sin sabor.

Pasado el párrafo, me pregunté: ¿Qué tiene que ver una "pichanga" con la muerte de una importante figura del cine? Y puedo decir que encontré mi respuesta inmediata en la última línea de lo escrito.

Espero que mis mensajes no se vayan desvalorizando como el mismísimo dólar.


Saludos Víctor

Anónimo dijo...

A los dos les digo: intentaré no defraudarlos. cambio y fuera. (Grax amigos!)

 
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